Tres óvalos para competir. Diario de Mallorca 22.01.2014

Joan Riera Un canódromo, un velódromo y una pista de atletismo. Tres formas ovaladas destinadas a la competición reunidas en la curiosa fotografía de Torrelló. Esta triple coincidencia debe ser tan improbable como que te toque la lotería, sin embargo, estaba en sa Riera. El primero en llegar, allá por 1909, fue el velódromo de Tirador. El nombre le viene de que allí, en las afueras de las murallas, era donde los cordeleros estiraban las sogas. Lo construyó el Veloz Sport Balear y fue escenario de gloriosas carreras de ciclismo, pero también de combates de boxeo o lucha libre y de los primeros partidos de fútbol disputados en Palma. En 1973 dejaron de rodar las bicicletas y tuvo destinos menos gloriosos, como pistas de squash o depósito de coches del Ayuntamiento. La fiebre por los canódromos llegó a España en los años 20. El de Palma, junto con los de Madrid y Valencia, fue de los primeros. Era territorio de los gentleman, de hecho fueron los nobles quienes los importaron. En los años 60, el ambiente era radicalmente distinto. Los dueños de los galgos los paseaban por la calle de Jesús, que se convertía en un territorio peligroso para los zapatos de los paseantes. En el interior del recinto, los apostantes en las carreras se mezclaban con los alumnos de La Salle o del Instituto que habían hecho fullet. Hoy resulta difícil distinguir la pista, que ha sido invadida por los hierbajos. En el Club MIlitar es Fortí se construyó el tercer óvalo: la pista de atletismo. Este era territorio vedado para la mayoría de los ciudadanos. Solo tenían acceso los miembros del Ejército, sus familias y algunos amigos. Los alumnos de La Salle practicábamos el atletismo sobre la pista de ceniza. Cien lisos, mil, salto de longitud... pruebas en las que no se batió ningún récord del mundo pese a los esfuerzos del profesor Gelabert, a quien todos llamábamos el Káiser, quizás por su imponente figura, su pelo cano y su vozarrón grave. Tres óvalos estirados, una pista para que compitan los perros, otra para las bicicletas y la tercera para los humanos. ¡Ah! Y al fondo el hoy también abandonado Lluís Sitjar.

Canódromo, velódromo y pista de atletismo en un pañuelo.Torrelló.

Joan Riera. Un canódromo, un velódromo y una pista de atletismo. Tres formas ovaladas destinadas a la competición reunidas en la curiosa fotografía de Torrelló. Esta triple coincidencia debe ser tan improbable como que te toque la lotería, sin embargo, estaba en sa Riera.

El primero en llegar, allá por 1909, fue el velódromo de Tirador. El nombre le viene de que allí, en las afueras de las murallas, era donde los cordeleros estiraban las sogas. Lo construyó el Veloz Sport Balear y fue escenario de

gloriosas carreras de ciclismo, pero también de combates de boxeo o lucha libre y de los primeros partidos de fútbol disputados en Palma. En 1973 dejaron de rodar las bicicletas y tuvo destinos menos gloriosos, como pistas de squash o depósito de coches del Ayuntamiento.
La fiebre por los canódromos llegó a España en los años 20. El de Palma, junto con los de Madrid y Valencia, fue de los primeros. Era territorio de los gentleman, de hecho fueron los nobles quienes los importaron. En los años 60, el ambiente era radicalmente distinto. Los dueños de los galgos los paseaban por la calle de Jesús, que se convertía en un territorio peligroso para los zapatos de los paseantes. En el interior del recinto, los apostantes en las carreras se mezclaban con los alumnos de La Salle o del Instituto que habían hecho fullet. Hoy resulta difícil distinguir la pista, que ha sido invadida por los hierbajos.
En el Club MIlitar es Fortí se construyó el tercer óvalo: la pista de atletismo. Este era territorio vedado para la mayoría de los ciudadanos. Solo tenían acceso los miembros del Ejército, sus familias y algunos amigos. Los alumnos de La Salle practicábamos el atletismo sobre la pista de ceniza. Cien lisos, mil, salto de longitud… pruebas en las que no se batió ningún récord del mundo pese a los esfuerzos del profesor Gelabert, a quien todos llamábamos el Káiser, quizás por su imponente figura, su pelo cano y su vozarrón grave.
Tres óvalos estirados, una pista para que compitan los perros, otra para las bicicletas y la tercera para los humanos. ¡Ah! Y al fondo el hoy también abandonado Lluís Sitjar.

http://www.diariodemallorca.es/palma/2014/01/22/tres-ovalos-competir/905176.html?fb_action_ids=10201253240108589&fb_action_types=og.recommends&fb_source=other_multiline&action_object_map=%5B401189656694005%5D&action_type_map=%5B%22og.recommends%22%5D&action_ref_map=%5B%5D